Anoche llegué al pueblo... El coche me dejó en la plaza de la Perdigona. Cárgué mi mochila y llené mis pulmones de aire frío. Huele a membrillo, graná madura y tierra húmeda. Ya en la plaza me sobrecogieron las campanas de la iglesa: las diez... ¡Han arreglado el reloj!
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Anoche llegué al pueblo...
El coche me dejó en la plaza de la Perdigona. Cárgué mi mochila y llené mis pulmones de aire frío. Huele a membrillo, graná madura y tierra húmeda.
Ya en la plaza me sobrecogieron las campanas de la iglesa: las diez... ¡Han arreglado el reloj!
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