jueves, enero 17, 2019



¿No encuentras la llave? Mejor no pierdas el tiempo que se te ha dado buscándola.



Lo tenemos todo, pero no tenemos nada. Tenemos ropa en excesos narcisistas, mantas tampoco hacen falta porque con un botón ya sube la temperatura, abrimos los grifos a placer y corre agua fresca o caliente, el fuego que cocina nuestros alimentos viene por cables y la llama es ya presunción de confort. Los platos ya se lavan solos. Aquel paisaje al óleo fue sustituido por un inmenso plasma que ahora muestra hostias dialécticas,  guerra de egos frustrados.
Así pasan los días y nuestro río acumula perturbación, impurezas que tragará hasta su fin.

Podemos adquirir armas sin encargo previo al herrero (entonces daba tiempo para pensártelo) y ver 365 asesinatos variados al año en nuestras pantallas; hoy toca un par de suicidios, una decapitación, violación en masa, tres muertes e innumerables muestras de poder arrogante, de abusos consentidos. Solo con dirigir un mando a distancia, sólo con decisión mórbida. 

Podemos imaginar con total libertad y nadie nos lo recrimina ni como consejo bienintencionado, ese «nadie» ya no se atreve... Libres en una pecera nadamos sin reglas.
Respiramos entre la codicia y el deseo, la avaricia, la ira y la más absoluta ignorancia, analfabetos y borrachos de prejuicios seguimos aferrados a nuestro absurdo egótico, a nuestra ciega soberbia.
Solidaridad de cercanías, lácrimogenos a espuertas versus indiferencia con los malnutridos de lejos, con los ahogados que empapan nuestras blindadas casas.  Pornografía misericordiosa.
Millones de reyezuelos en millones de cajas cementadas respiran conectados a la Red.
No tenemos nada y creemos tenerlo todo. Comunismo consumista, capitalismo igualitario, voces grapadas alimentadas con falso oro, con exceso plástico.
Una tos, un bulto aquí, una flema manchada de sangre y pus... y lloramos desconsolados porque nos da más miedo el insoportable dolor que esa misma presencia de la muerte... Y así, cuando más ocupado en recaudar sigas antes te ves en el ataúd, echando cuentas en el techo, arañando la vida que se te escurrió mientras soñabas por ese futuro impredecible, rasgándote las vestiduras por ese pasado que te ha moldeado y ese «mañana» que te ha engañado.
Para de porfiar, para de rezar, párate a respirar.
Hoy hace frio, mañana quizás llueva y luego, luego probablemente hará calor... ¿Dónde está la diferencia?

¿Ah, vale, que has encontrado tu llave? ¿y en qué piensas ahora?, no estarás cagando sobre tu cabeza para que te quede un cabello muy nutrido, un yo muy engreído: un ENGRUDO alquitranado que no te deja ver.
¿Has encontrado un rayito, una lucecita que sólo te habla a ti?, ¡oh!, ¡sí!, ¡esa aparición es mía! Soy el elegido para la promoción de este producto de felicidad, me autodenomino el condecorado pastor... y los demás que se busquen la vida, que encuentren su propia llave, allí en Oriente con ese tal Buda que va rapado, aquí, con Jesucristo sentado a la derecha del Dios Barbado, con Alá, que es tan grande que no ve que pasa en sus negros pies, ahí mismo, despotricado en mi sofá con CR7…
Masturbándome en mi queja y vomitando ese ayer que no quiero repetir.
Siéntate. Solo eso, y piensa que no es para dejar el tiempo pasar (enfurruñado, soberbio en la postura, metido en tu jaulón dorado), deja que la vida simplemente ocurra, sumérgete en ella y no busques llaves.
Ya no abren nada.