Se anuncian Druidas.
Al
pasar esta tarde de otoño y al entrar ya la noche en nuestras almas he
perseguido una idea que me ha surgido justo al ver un cartel que versaba sobre
un congreso “el camino de la vida, los
arcanos y las cartas de tarot”, tras una pausa de observación y al volver a la
buhardilla justo después de compartir el fuego del hogar me ha llegado
repentinamente esta reflexión:
Ya
desde tiempo memoriales hemos intentado subyugar a la naturaleza, nuestras
ansias nunca satisfechas y la impaciencia que da el hambre y el frio nos
envalentonó a la hora de intentar dominar a las fuerzas naturales que veíamos
como enemigas de nuestra comunidad. En esa lucha y tras las suficientes
derrotas, el ente humano considera que si algo falla no es por culpa suya,
costumbre muy aferrada en este mamífero, si no por algo ajeno a su campo de
visión, a su manera de entender el medio y el contexto sensorial de su estado…
digamos que crea un poder o fuerza invisible e inteligente que a partir de ahí regirá
su destino y el de sus futuros herederos hasta nuestros días.
Así
surge la figura del médium, aquel que se entrega a estas fuerzas para
comprenderlas y desenmascararlas, que se aísla y se rodea de un halo de
misticismo y lenguajes crípticos que sólo él y otros allegados de tribus
cercanas culturalmente compartirán.
Su función primordial será la interpretación
de las señales de la naturaleza y mediante su vinculación al organigrama
cultural de la tribu darlas a entender. El médium recibe un escalón en la
jerarquía del poder, un poder compartido por los cabecillas que constantemente
guerrean en post de una expansión decidida de sus respectivas hegemonías, este
es el segundo poder que actúa al unísono con el médium, el terrenal. En algunos
casos la balanza se estabilizará y en otros basculará para favor de unos u
otros, un ejemplo es la diferencia entre el antiguo régimen y la revolución
francesa… O un octubre rojo contra la Rusia zarista.
Y
así en la actualidad vemos una balanza diferente en cada sociedad, desde el
comunismo chino al fervoroso Irán, pasando por todas esas democracias cuyos
gobernantes ceden al patrimonio religioso gran parte de su ideología… como en ocasiones pasa por aquí.
Pues
bien, estas tribus situadas en el perímetro de un lugar de culto, como ahora
los pueblos entorno a una ermita o países entorno a una monumental tumba, conferenciaban
sus solsticios y equinocios según lo marcaba el sol y en puntos marcados en un
momento perdido de la historia por algún médium o mago de una antiquísima tribu, ya sea un gran árbol de roble o una
encina, un manantial o un lago, un otro hito geográfico de mayor escala,
fuerzas telúricas que proporcionan energía y calma espiritual, zonas ionizadas
que se adentran en los albores de nuestro nacimiento como monos pensantes…
aquel riachuelo serpenteante en la umbría de la selva o ese gran árbol que nos
daba cobijo.
Muchas
ninfas de agua con el tiempo se convirtieron en vírgenes todas llamadas María e
inmaculadas, y como no, la aparición del venero virtual; las pilas bautismales
que integran al recién llegado en la protección de la Fe. Alrededor del mundo
todas las culturas mantienen un infinito respeto al agua y a todo lo que esta
proporciona, véase si no Egipto.
Sin
andar por la ramas ni ramonear, la decisión de un lugar de reunión para todos
los médiums no es otra que la de mantener viva la llama de su magia,
intercambios y resultados hacen que estos instrumentos de comprensión de la
naturaleza se conviertan en instrumentos de control.
Estos
fueron llamados Chamanes o druidas, entre otros nombres, adquirían la
particularidad de poseer los secretos ocultos al poder terrenal, hombres que se
guiaban mucho por la intuición y una inmensa curiosidad, comparables a muchos
eruditos de nuestra época y otros no tanto afortunados que quedan para
quiromantes de programas de televisión o visionarios que se desgañitan en las
calles dominadas por el mercado. Ya tenemos los ingredientes para que otra
comunidad más numerosa y ambiciosa decapite estas organizaciones catalogándolas
de herejes o retrógradas, iluminados,
drogadas y antropomorfas, comedoras de niños disfrazadas de lobos… todos
los ingredientes para que el poder mantenga a sus acólitos en estado de
aletargada mansedumbre; y así fue como la gran Roma destruyó el laberinto céltico
o la temida inquisición persiguió a pobres adoradores del diablo de la
exploración de lo incomprensible… como los científicos o libre pensantes… como
los cátaros.
Una
tribu que queda desmembrada de poder espiritual está condenada a corromperse y
a saltarse los valores que mantienen unida a la gente en lo más básico;
sentirse protegida.
Esto
mismo sucede ahora y no en condiciones muy diferentes, la Iglesia, ya empapada
de política y untada con oro compite con el poder terrenal que o bien a salido
en urnas o bien está dominada por una serie de jerarcas de realengo, son casi
ya dos poderes terrenales, unos se corromperán desistiendo en muchos casos de
los gritos de los necesitados y otros aprovecharan el mercadeo y la ansiedad
consumista para crearse paraísos de ambición y vanidad. La actualidad nos dice
que no hay valores, que nos sentimos desprotegidos.
Aquellos
chamanes y druidas aún están entre nosotros y no son, la mayor parte de ellos y
como los medios nos los pintan, personajes pintorescos y desequilibrados que
entornan los ojos bajo el humo del incienso, son hombres y mujeres que tienen
la inquietud innata de curiosear más allá, de dar respuesta a las preguntas
existenciales que se hacen y que les hacen, que viajan con la imaginación y que
crean energías que se transmutan en descubrimientos médicos como hizo Servet o
Galileo en su mundo astronómico, en delicadas pinturas de arte como hicieron
los pintores de Altamira, los grabados anglosajones, los frescos etruscos, los
Miguel Ángel Bounaretti, los Caravaggio o los Sorolla, transforman la dura roca
en bellos mensajes de amor como Bernini, o crean melodías en post de la épica
antigua como Warner, pero como “el
bosque no sería bello si sólo cantaran los pájaros” también habría que acoger
en este seno a los que meditan, simplemente piensan o se hacen preguntas que
puedan esclarecer su deseo de saber.
Lo
vi en el cartel de la conferencia, lo vi en el dibujo de Gandalf que apoyado en
su báculo caminaba por un sendero, un sendero del conocimiento y la vida.
Las
hoguera que esta noche ha alumbrado mi estancia con ese caprichoso baile de
lenguas de fuego me ha despertado el instinto de miedo al peligro de una fuerza
natural descontrolada, llamas demasiado bravas, pero al rato, cuando han quedado
las refulgentes ascuas, me he entregado al pensamiento meditativo y a la
reflexión, y por un momento he sentido el sonido del pasado susurrándome
leyendas que probablemente mis vecinos de al lado no escucharían mientras
tengan que cambian incesantemente el canal de televisión o responder a un
narcótico “El tiempo es oro”.
Me
ha llegado un washap.
Al
final y al cabo descubrimos que seguimos estando sometidos, barbaros, pero
sometidos.
Para Amanda
Candle con quien comparto esta lumbre.
XI-2013